También aseguran que el mal del que sufre la economía es el síndrome del “dólar barato”, con su secuela de importaciones crecientes, y que sólo se esquiva el colapso por el beneficio de los altos precios internacionales de los granos y por lo que ellos denominan `el viento de cola´ de la economía internacional.
Existen, desde luego, otros enfoques. Por ejemplo, el del Banco Central de la República Argentina (BCRA), que la semana pasada se refirió al tema en su Informe de Inflación.
Lo primero que se señala allí es que el ingreso de capitales -sean financieros y de corto plazo, como inversiones extranjeras directas- suele generar fuertes presiones apreciatorias en las monedas. Ahora bien, el escenario argentino, para el BCRA, evidencia que el tipo de cambio real es relativamente alto y mantiene la competitividad comercial, por varias razones:
1) El TCR deflactado por la evolución comparada de salarios locales y los vigentes en los principales socios comerciales (Brasil, la zona euro y Estados Unidos), resulta superior al promedio de los últimos 15 años. Su nivel excede en 45,6% al promedio de la convertibilidad y se ubica 92% por encima de diciembre de 2001.
2) Persisten los saldos positivos de la balanza comercial y de la cuenta corriente, en un contexto donde esos superávits cayeron o desaparecieron en la mayoría de los países de la región.
3) La competitividad exportadora no está sustentada sólo en precios altos de las commodities, como en otros períodos. Muestra de ello es que se verifica un fuerte aumento de las exportaciones industriales tanto a Brasil (23% en los primeros cinco meses de 2011) como al resto de los destinos (19,7%).
4) El aumento de las importaciones no responde a una apreciación del TCR sino a la elevada elasticidad de las compras externas en relación al nivel de actividad (especialmente en lo referido a la inversión), dadas las mejores expectativas de crecimiento, y en menor medida al consumo.
5) La fuerte recuperación en la productividad (baja de los costos unitarios) es otro elemento que contribuye a la mejora de la competitividad. En especial, la productividad laboral creció a un ritmo de 5,2% promedio anual entre 2003 y 2010.
6) Argentina mejoró fuertemente su posición de inversión internacional por la generación de persistentes superávits externos en los últimos años; por la política de desendeudamiento público con el sector privado; y por el hecho de que desde 2004 el país pasó de ser deudor externo neto a ser acreedor neto respecto al resto del mundo.
7) Esto se debe al proceso de acumulación de activos externos netos al que las familias han volcado parte del mayor ahorro.
También el sector público como un todo es acreedor externo neto, por la compensación entre deuda externa y reservas internacionales y otros activos, mientras las entidades financieras mantienen una posición levemente deudora.
8) En este contexto, la necesidad de un TCR más depreciado para atender los pagos netos de deuda externa es menor, en comparación con lo que ocurría en la década de los 90.
9) Desde 2008 el valor del dólar se devalúa en términos nominales y reales con casi todas las divisas. Aún así, analistas del mercado y el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) consideran que todavía habría espacio para una devaluación adicional.
10) Los países de la región efectuaron fuertes devaluaciones en 2008. Pero la Argentina también realizó una gradual devaluación nominal respecto al dólar, del orden del 34% desde julio de ese año, que significó una importante compensación. A su vez, las subsiguientes apreciaciones nominales de nuestros vecinos, una vez pasado lo peor de la crisis internacional, contribuyeron a la recuperación de la competitividad del TCR local.
Créditos: Telam
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